“26 21 06” se denomina el libro dedicado a la historia de la Escuela de Arquitectura y la Facultad de Arquitectura y Artes de la UACh, escrito por uno de sus fundadores, el arquitecto Roberto Martínez Kraushaar. La obra fue recientemente presentada por Martínez en la Trienal de Arquitectura y Ciudad al Sur de Mundo organizada por el Colegio de Arquitectos de Concepción. En Valdivia, su lanzamiento está programado para el Lunes 6 de diciembre en Campus Los Canelos de la UACh.
El libro relata la historia de la escuela y facultad, a través de una entrevista al Profesor Martínez por parte del arquitecto Fernando Huenchullanca, realizada durante el invierno de 2019 y en él se repasan de manera temporal los 26 años dedicados a la docencia y gestión académica de Roberto, 21 años en la UACh y seis años a la creación e instalación de la Facultad de Arquitectura y Artes como Decano fundador de ésta.
¿Cómo nace la idea de plasmar este libro?
Nació de una conversación con un ex estudiante, y también estudiante de Magíster en Diseño de Entornos Sostenibles Fernando Huenchullanca, quien un día me comentó que estando en una clase, los académicos Juan Carlos Olivares y Edward Rojas les hablaron del origen de la Escuela, sin embargo la conversación daba para mucho más.
Me preguntó a mi si yo conocía la historia de la creación de la escuela, y le dije, claro, yo fui parte de su fundación. Eso dio paso a ordenar un relato en orden histórico y a un posterior trabajo de transcripción de entrevistas que tomó 4 o 5 meses y que además incluyó la recopilación de fotografías para darle al libro un sentido de storyboard.
Principalmente la gran motivación es la convicción de que sin memoria no hay conocimiento. Una escuela y una facultad necesita memoria, y esa es precisamente la reflexión final, hacer la diferencia entre información y conocimiento, porque para que se cree conocimiento se necesita un tiempo distinto al tiempo de la información. El conocimiento en tanto se queda y es capaz de formar comunidad, crear relato y que este relato se pueda compartir para finalmente crear cultura y una manera de ver el mundo.
¿Este libro entonces apunta a formar comunidad?
Así es. La información por sí sola, crea individualismo. Es común que los y las docentes dediquen mucho tiempo a estar solos para escribir sus papers, lo que está muy bien, pero el trabajo individual no crea comunidad ni diálogo. Tanto el pensamiento organizacional como el diseño espacial tanto de la Escuela de Arquitectura como de la Facultad de Arquitectura y Artes era precisamente conformar una comunidad.
En el libro se relata el camino que inició el equipo fundante integrado por usted, José Miguel Biskupovic, Marta Scheu, Elisa Cordero y Juan Carlos Olivares fuertemente influidos por la visión de Ernst Kasper. ¿Cuál cree que fue la mayor influencia en la generación de arquitectos que formaron?
Dos cosas: el amor por la arquitectura y el arte, y el creer que eso se puede traspasar.
En el libro se muestra cómo corregíamos, cómo era el trabajo de taller. Kasper decía “No se mire a los estudiantes solo como alumnos, sino que como pequeños colegas, y conversen con ellos así, porque uno aprende tanto de ellos, como ellos de uno. Había una motivación que salía del corazón, una condición poética del ser humano y eso es lo que levantó este proyecto, desde lo medular. La escuela entera estaba en un movimiento de mucha energía positiva para todos.
¿Cómo podría describir a esa primera generación de estudiantes?
Si pudiéramos describir cuál es su sello, diría que es el espacio social y la sustentabilidad. Si miramos los nombres de los proyectos de título, todos o la gran mayoría tienen que ver con temas sociales o con mejorar la sociedad desde el ámbito de la Arquitectura y Urbanismo.
No son meramente arquitectos de proyectos inmobiliarios, y esto viene de Eduardo Vargas, un arquitecto porteño de la Universidad Católica de Valparaíso que se fue a Alemania en los 60 donde conoció a Max Bill, rector fundador de la Escuela de Ulm en Alemania y a través de ellos llegaron estas ideas muy innovadoras primero a la Escuela de Arquitectura de Osorno, como el tema del espacio social y la sustentabilidad. Al venirnos de Osorno a formar la Escuela de Arquitectura de la UACh, veníamos fuertemente influenciados por las ideas sociales y modernas de Ulm y de la Bauhaus.
Nosotros sabíamos que la Universidad Austral de Chile acogería de mucho mejor manera que la Universidad de Los Lagos, un proyecto de escuela como éste, donde los estudiantes tuvieran conceptos como el espacio social, la belleza, el ahorro energético, la sustentabilidad, ya que estas ideas fueron inmediatamente acogidas por el entonces rector, Manfred Max Neff. En la formación de arquitectos UACh pusimos como base la observación no solo del acontecer, sino además la integramos con la visión de antropólogos y diseñadores para que no solo sea una observación espacial de la arquitectura, sino también contextual “ver debajo de las piedras” y nos preguntemos el por qué de las cosas.
¿Después de este intenso trabajo de recopilación y memoria, cuáles son a su juicio las principales habilidades de un o una arquitecto UACh?
La sensibilidad por preservar una continuidad sociocultural. Que no seamos invadidos por la globalización descarada y por una arquitectura descontextualizada propia del poder inmobiliario que es inmenso, donde todos los edificios se repiten iguales en distintas ciudades de Chile, sin identidad de localidad. Esa sensibilidad cultural es un valor de las y los arquitectos UACh.
¿Cómo podría evaluar la vinculación de la Escuela de Arquitectura UACh en la toma de decisiones urbanísticas de la ciudad?
Hay una autocrítica respecto a la vinculación de nuestra escuela o nuestra universidad, que bien podría ser la gran asesora urbana del Municipio o del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, pues somos una escuela con valores ecológicos, sustentables, con desarrollo a escala humana.
Para los profesionales egresados de la UACh el desarrollo tiene que ver con la calidad de vida, no solo con una cuestión numérica. Hoy más que nunca los procesos migratorios nos muestran que las personas quieren vivir en ciudades, y éstas deben tener calidad para acoger la vida. En ese sentido la escuela podría ser la gran asesora a los organismos públicos.
¿Este modelo probado de instalación de la Escuela de la Arquitectura dio la confianza para el paso a la creación de la Facultad de Arquitectura y Artes?
Así es. La Facultad de Ingeniería donde estábamos alojados como escuela, sabía que estábamos de manera provisoria y que en algún momento nos íbamos a ir. Con la nueva rectoría de Carlos Amtmann quedamos un poco a la deriva porque no estábamos dentro de sus líneas de trabajo, hasta que en el 2010, el nuevo rector Víctor Cubillos intentó armar la Facultad de Artes pero yo me daba cuenta de que estaba la intención pero no se sabía cómo.
Por eso, me reuní con el vicerrector académico de la época Oscar Galindo, a quien le expuse que si bien Artes Visuales y el Conservatorio de Música estaban adscritos a la Vicerrectoría Académica, y Arquitectura a Ingeniería, no existía ninguna plataforma para crear ningún proyecto más en cultura, por lo que era necesario crear una Facultad de Artes Integradas. Finalmente, ese nombre no fue aprobado por el directorio pues quería que la palabra Arquitectura estuviera, pero Galindo hizo el decreto, me nombró jefe de comisión, armé esa comisión, y estuvimos trabajando dos años en el primer documento que se presentó al consejo académico.
En un segundo documento ya aprobado, incluimos los conceptos fundadores de transdisciplina, creatividad, interculturalidad, espacio social y sustentabilidad, que varios vienen de arquitectura y se trasladan a la facultad, siguiendo con las ideas fundacionales que ya habíamos instalado y probado con éxito desde la Escuela de Arquitectura de la UACh.
Finalmente, ¿el libro será un material de consulta histórica tanto para estudiantes como para docentes?
Totalmente. El esfuerzo por dejar un relato para mis queridas escuelas y facultad es importante, ya que una narración selecciona y da continuidad y coherencia a acontecimientos dispersos.
Tener un relato nos da la posibilidad de elegir, de construir escuelas con carácter propio, no ser simplemente una más entre miles.