Compartimos con Maha la misma generación de artistas que iniciamos nuestra búsqueda teatral en los años 70s. En esos años todo era intuitivo, pasional, no existían las ayudas económicas de ningún tipo, por lo tanto hacer teatro era muy complejo. Roberto Matamala me propone a mediados del 84, la dirección de “Calígula”, la obra de Albert Camus: nunca había dirigido, pero acepté. La idea era reclutar a todos los grupos de teatro de Valdivia y armar un espectáculo único en torno a este texto. El grupo terminó siendo muy heterogéneo, desde Roberto en el rol de Calígula, hasta Guido Mutis como uno de los Patricios. Maha llegó arrastrando su cabellera eterna y rubia, delgada, voz ronca y rebelde, y así dimos vida a ese montaje cargado de juventud y ganas de aprender.
«Calígula» (1984)
Volvimos a encontrarnos después de varios años, ella ya estaba dedicada a la poesía, creo sin temor a equivocarme que Maha será un punto de inflexión en las vanguardias locales y también nacionales. Ser consecuente para ella fue duro, muchas voces de poder, desde la academia y otros ámbitos la ignoraron por largo tiempo, y ella perseveró siempre, como una hormiga trabajó cada palabra acontecida en sus escritos. En lo teatral seguimos en grupos distintos, pero siempre estaba el diálogo, la conversación, el amor por el teatro y un enorme respeto mutuo. Recuerdo cada abrazo después de algún estreno, y su mirada buscando mi aprobación o rechazo, y luego yo buscando la suya. Siempre hablamos desde la honestidad y también desde la complicidad.
«Möver, la historia de una familia mal traducida» (2014)
Tenía un gran proyecto con ella, era llevar a escena la obra “Los días felices “de Samuel Beckett, para mi Maha y Winnie eran una sola, pero los tiempos no coincidían y fuimos postergándolo. Finalmente lo postulé a un fondo público pero cometí el error de enviarlo a la convocatoria nacional y no lo ganamos. El 2014, o sea treinta años después de “Calígula” la convocamos desde la Compañía Teatro Pequeña Isla, a ser parte del elenco del montaje “Möver, la historia de una familia mal traducida” de Andrés Wass. Era un papel pequeño, y ella pertenecía a otra compañía, pero aceptó y fue maravilloso. Atesoro muchos pequeños momentos de ella, su calidez y también su fragilidad, a pesar de su prosa deslenguada e irreverente, Maha era una de esas personas luminosas, que te podía enceguecer, pero también iluminar espacios desconocidos.
Margarita Poseck
Octubre 2020